Los
brasileños suelen dudar de la importancia del idioma español, pese
a las evidencias estadísticas: el español es la segunda lengua extranjera más
hablado del mundo, trás el inglés y disfruta hoy de una propagación creciente no
solo en EEUU pero también en Asia, como, por ejemplo, en China, donde forma
ahora parte del curriculum de las escuelas
públicas a partir del nivel elemental. Se puede preguntar porqué ese desprecio
por la lengua de Cervantes, una vez que estamos cercados de hispanohablantes, con
los que tenemos relaciones comerciales y sociales permanentes.
La
primera respuesta puede ser la omnipresencia del inglés, que ocupa case todo el
espacio hoy dedicado a los idiomas extranjeros entre nosotros. Una otra respuesta
posible es la idea de que el español se puede comprender com relativa facilidad,
así que, con un poquito de paciencia y atención, se puede involucrarse en una
conversación, siempre que se supa enrollar
la lengua en el portuñol.
Este
último, el portuñol, es de hecho la grande amenaza a los hispanohablantes de
origen brasileño. Se trata de la conversión de una baza y una ventaja en un defecto
deplorable. Porque es amplamente reconocido que a los brasileños les es mucho
más fácil compreender y aprender el español que el contrário, o sea, que a los
hablantes de español aprender el portugués. En tanto que profesor, oriento
siempre mis alunos a huir a esta trampa con dedicación a la pronunciación y al
uso correcto del vocabulario.
Es
importante decir que, cuando se aprende una lengua extrajera, es natural que se
busque las similitudes de vocabulário y de gramática para relleñar los huecos
de la expresión. Sin embargo, la grande proximidad
entre los idiomas portugués y español puede ser comprendida como una invitación
al desprecio a las particularidades que dan belleza y distinción a cada uno de
ellos. Un pasito en falso y ya caimos en el portuñol, el inimigo común que
debemos combatir.
En
cuanto a la competencia del inglés, se trata de un falso problema. En un mundo
globalizado y plural, es una ilusión suponer que un solo idioma sea capaz de
dar cuenta de todas las vicisitudes de la comunicación y de los cambios culturales.
Porque no estamos hablando solamente de negocios y de cifras. Por más predominante que sea el lenguage del
business y del management, las interrelaciones entre pueblos diferentes tienen
siempre sutilezas y aspectos culturales de primera importancia. Una “lengua
franca” por si sola nunca será el suficiente. Además, es increíble que parceros
de negocios brasileños e hispanoamericanos vengan a utilizar el inglés como
lengua común.
Brasil
ha fallado vergonzosamente en implantar la enseñanza del español en sus
escuelas públicas, pese tener firmado un acuerdo en gobiernos pasados en este
sentido. De parte de las escuelas particulares, la atención al costo-beneficio
y el desprecio tout court a la cultura las han llevado a pasar a lo largo del
planeta español. No impide que los institutos de idiomas y algunos pocos profesores
particulares, entre los que me incluyo, continuen a ofrecer y a empeñarse por
el aprentizaje del español.
Mi
posición es aún más particular, teniendo en cuenta que soy profesor de cuatro idiomas,
respectivamente el Inglés, el Francés, el Español y el Portugués para extranjeros.
Considero el español una lengua muy bonita y mucho más sencilla que el
portugués, por lo tanto, mucho más fácil de aprender. Lo que me lleva a afirmar
que limitarse al uso mediocre del portuñol o del inglés en los intercambios con
nuestros vecinos hispanohablantes es una demonstración de pereza.
¡A
las clases de español!, entonces. Es un placer reconfortante ver que se puede
hablar bien un otro idioma en un año o mismo seis meses. Tengo una amplia gama
de ejemplos de éxito en esta área.
©
Abrão Brito Lacerda
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